domingo, 7 de septiembre de 2008

La Primavera: Botticelli como ejemplo del ideal de gusto en la teoría estética de David Hume


Considerando las disertaciones de Hume acerca del gusto y el criterio para valorar el arte, tomaré la obra de Botticelli titulada “La primavera” (1478) para analizar por qué ésta es una obra de arte y no otra cosa. Para dicha tarea tomaré como base dos ensayos en los que Hume indaga acerca del sentimiento estético, “Sobre la norma del gusto” y “De la delicadeza en el gusto y la templanza en la pasión”, en base a la interpretación de la obra de Botticelli.
Tomado en cuenta que para Hume las características de un buen crítico se concentran en la libertad de prejuicios, en el olvido de su ser individual y sus circunstancias especiales, es preciso tomar en cuenta el contexto de la obra, su consistencia, coherencia y perfección en conjunto. Por ello es de ayuda entender los símbolos y hacer una descripción de lo que el autor decidió plasmar en su obra para que los elementos de ésta nos ayuden a comprender y apreciar los sentimientos de belleza y ternura que, para Hume (“De la delicadeza del gusto y la templanza en la pasión”, 1741), son necesarios en una obra de arte, pues apartan a la mente de las turbulencias de la vida cotidiana, fomentan a la reflexión, predisponen a la tranquilidad y provocan agradable melancolía. Considerando este estado artístico de la mente como el más deseable y adecuado para acercase a los sentimientos de amistad y amor. En base a lo dicho, me concentraré en primer lugar a la descripción y contexto de la obra, para después encontrar lo deseable y estético en ella mediante la teoría humeana.
La primavera, (1478; 203 x 314 cm; temple sobre tabla), es una pintura del artista italiano Botticelli, inspirada en los mitos griegos y latinos que ven dicha estación del año como un tiempo en dónde la tierra es fértil para florecer y el hombre para enamorarse. El artista simboliza en el centro de un paisaje boscoso lleno de abundantes naranjos a Venus, diosa del amor, como el espíritu de la primavera. Su porte es sereno y sofisticado, casi como la imagen de una virgen, la cabeza ladeada con la mano sutilmente levantada, que para Botticelli representa la bienvenida a la estación más poética del año. Arriba de ella se encuentra su hijo Cupido, el niño alado encargado de unir corazones. A su derecha, tres especies de ninfas danzando tomadas de las manos con hermosos vestidos de telas suaves y holgadas que para el artista representan las tres gracias, belleza, castidad y placer. Más a la derecha se encuentra Mercurio, dios de los vientos, cubierto con una tela roja y dispuesto a comer un fruto de aquellos fértiles árboles. Al parecer, la conexión de Mercurio con la fruta es por qué éste, por medio del viento, dispersa las semillas reverdeciendo la temporada. A la izquierda de Venus se encuentran los personajes del mito de Ovidio titulado “Los fastos”. La historia cuenta cómo Cloris se convirtió en Flora, “la reina de las flores”, al ser violada por Céfiro. En la pintura, se puede ver la escena en donde Céfiro obliga a Cloris, quien no esconde la angustia en su rostro, y la intenta llevar dentro del bosque. La mujer con vestido de flores representa a Cloris convertida en flora con un porte más convencido, con una sonrisa reflejando tranquilidad. El estilo renacentista de Botticelli retoma lo clásico, la sutil censura y la voluptuosidad de los cuerpos medio desnudos. La pintura evoca a la naturaleza, al viento y movimiento. Este cuadro pertenece a una petición de la familia Medici de Florencia quienes por medio de él querían representar su amplio conocimiento literario, como también sus suntuosos festivales y celebraciones de la temporada.
Ahora bien, me enfocaré a argumentar por qué considero que los elementos de la teoría de Hume acerca del gusto, me ayudan a considerar la obra de Botticelli como estética. En el ensayo “Sobre la norma del gusto”, la prueba del tiempo, alcance y admiración duradera, son reglas básicas para considerar una obra como valiosa. La primera concretud de la obra como estética es la vigencia que ha sobrevivido a los caprichos de la moda. Se considera clásica por que hasta el más ignorante puede apreciar en ella, a través de los tiempos la grandeza de los trazos y el sentido de la obra. Aún aquél que no guste de la obra por aquellos principios no podrá negar que es valiosa. Por ello no se duda del alcance de la obra, siendo el nombre Botticelli sinónimo de genio y representación. Sus obras sus mundialmente famosas y el sentimiento al contemplarlas siempre es descrito como agradable, sentimiento que para Hume se alcanza por naturaleza al contemplar algo bello. La norma también pretende la admiración duradera. Una obra que siempre será admirada por la excelencia de los símbolos, el juego de los mitos y el placer que se manifiesta al entender el conjunto. Si bien para Hume es importante el consenso, también lo es encontrar a quienes lo representen.

jueves, 10 de abril de 2008

El multiculturalismo en la filosofía de Mauricio Beuchot: Una mirada analógica hacía el presente

Para hablar de una filosofía mexicana, es preciso encontrar las necesidades y problemáticas de nuestro territorio para que, a partir de una clara consciencia del horizonte en el que vivimos, puedan surgir filosofías que ayuden a entender y manejar las dificultades auténticas en las que nos encontramos, sin forzosamente tener que acudir a filosofías, y problemáticas, extranjeras que fueron creadas precisamente para resolver su propio entorno (aunque eso no quiere decir que nos cerremos a ellas). Teniendo esto en cuenta, diversos pensadores mexicanos han intentado encontrar las dificultades que se generan en su propio entorno y, a partir de ello, hallar soluciones que se apliquen a su propio horizonte. Entre los filósofos mexicanos, que concientizan las problemáticas territoriales de nuestro presente, se encuentra Mauricio Beuchot. Su Filosofía, hermenéutico-analógico, intenta resolver una dificultad, que si bien siempre se ha hecho presente en nuestro territorio, es de carácter universal. El presente ensayo es un intento por exponer, de manera general la filosofía de Mauricio Beuchot centrada, principalmente, en torno a la problemática del multiculturalismo.

El multiculturalismo es una de las mayores problemáticas que se vislumbran en nuestro territorio. Las diferentes etnias, con sus distintos lenguajes y cosmovisiones, hacen de México un país que se distingue por sus diferencias. Desafortunadamente, este hecho va más allá de una riqueza cultural, pues a raíz de esto se han generado múltiples situaciones de violencia por falta de tolerancia ideológica. Este tema, claro está, no es patrimonio nacional, sino que mundialmente, y a lo largo de la historia, se ha detectado como un serio problema que engendra guerras y malestares por el hecho de creer que existe algo tal como una cultura “madre” la cual hay que reconocer, se pertenezca o no. Sin embargo, aunque ya más de un pensador extranjero se haya interesado en este tema, está vez se tratará de dar respuesta, y propuesta a esta problemática, a través de la cosmovisión de un pensador mexicano que observa la dificultad desde su propio horizonte cultural.

En los ensayos titulados “Fundamentación analógica de la interpretación filosófica de la cultura” y “Filosofía y Barroco”, Mauricio Beuchot nos introduce a su propuesta de una filosofía hermenéutica analógica icónica por medio del problema que en nuestro presente resulta ser el multiculturalismo. El problema de la “diferencia”, que se desprende de la existencia de diversas culturas, lejos de considerarse un signo de riqueza, es símbolo de discordia e intolerancia hacia lo otro. Lo diferente, en este sentido, ha llevado por mucho tiempo una carga peyorativa.

Ahora bien, para Beuchot, lo diferente es una señal de la necesidad, y la facultad del hombre, por interpretar lo otro. Ya no hablamos entonces de una visión unívoca o equívoca del mundo, sino más bien de una constante búsqueda de nuevos sentidos con los que se logre reconstruir e inventar el mundo. La analogía es precisamente el punto en que lo unívoco y lo equívoco pierden su protagonismo y, a partir de ello, lograr interpretaciones que le den mayor auge a lo múltiple. Está analogía, sin embargo, aunque parezca ser el punto medio entre las dos posturas, se inclina más a lo equívoco, es decir, aunque acepta de suyo lo universal, como aquellos axiomas o posturas en las cuales es posible que se logre la comunicación, es latente que la diferencia predomina con mayor fuerza, dicho en palabras de Beuchot: “la mayoría de las cosas son relativas y sólo muy pocas son absolutas”.[1]

La crisis se encuentra en la manera en cómo interpretamos las culturas. La hermenéutica para Beuchot, debe incluir siempre un pensamiento análogo. Sólo así será posible el reconocimiento, la tolerancia y comunicación hacia lo diferente. Pero ¿Qué es aquello que interpretamos? Se interpreta lo otro, aquellos símbolos que podemos reconocer como importantes y que indirectamente nos están tratando de decir algo. El hombre es fiel cognoscente de que las cosas llevan consigo cierto sentido, aunque éste no podamos captarlo en su totalidad, es así como se inserta en una búsqueda, correctamente vista como una desesperanza esperanzadora, es decir, aunque limitada no arrojada a la nada. A partir de dicha búsqueda es como la diferencia se revela y esconde a la vez su verdad. Para Beuchot, la facultad que tiene el hombre en su intento de conocer aquello que se revela a medias es la hermenéutica analógica icónica. Lo mixto entonces, no será una debilidad dentro de nuestro entorno, sino más bien una especie de fortaleza que nos ayuda a entender y ampliar la visión de que aquello que hasta nuestros propios símbolos pueden ocultarnos.
[1] .- Fundamentación analógica de la interpretación filosófica de la cultura. Mauricio Beuchot, Pág. 146

viernes, 4 de abril de 2008

La Visión del Mundo vista por los ojos de Pierre Teilhard de Chardin


"Se apasionan tanto por los ladrillos,

que olvidan completamente

el edificio que esos ladrillos constituyen".


Pierre Teilhard de Chardin



El término cosmovisión (Weltanschauung) nos remite a la búsqueda del mundo en su conjunto, es decir, al orden y dirección de las cosas. Tan sólo dentro de la cultura occidental podemos hablar de una gran variedad de pensadores que han tratado de obtener una visión coherente del universo. Pero esta gran y tan enriquecedora cantidad de teorías al respecto hacen de la cosmovisión una cuestión que cae en el relativismo. Consciente de esto, es mi objetivo en este breve trabajo plantear tan sólo una de tantas teorías que intenta obtener del mundo un saber unificado. Sin fines de ningún tipo ideológico, intentaré dar a conocer una interesante propuesta que toma como punto de partida el fenómeno para descubrir el sentido “oculto” del conjunto.

Al autor de dicha propuesta es difícil catalogarlo en una sola disciplina. De padre naturalista y madre devota, Pierre Teilhad de Chardin (1881-1955) se denominaba asimismo como hijo del cielo y de la tierra. Por un lado, la fe de su madre lo condujo a la formación de jesuita, por otro, la curiosidad de los fenómenos naturales, inculcados por su padre desde niño, lo llevo al estudio de la ciencia, especialmente la paleontología. Su aportación como filósofo fue el intento siempre presente de sintetizar estas dos disciplinas. Pero ante todo, considero que más allá de su vocación científica, teológica o filosófica, a este pensador de origen francés se le puede denominar como un apasionado humanista, pues siempre tuvo presente que en el fondo de su trabajo se encontraba el cuidado del hombre y su destino (pensamiento que se intensificó durante su participación como camillero en la primera guerra mundial). Su intelectualidad optimista fue lo que lo impulso a buscar en el hombre una tendencia hacia lo mejor.

Desarrollar la investigación sobre la cosmovisión de Teilhard de Chardin, me llevó a tomar en cuenta los tres objetos tradicionales de la metafísica: Dios, alma y mundo. Partiendo de un trasfondo teológico al cual se ha de llegar por medio de un camino fenomenológico, Chardin ofrece una novedosa síntesis entre estos objetos de estudio. Es de mencionar, que el tomar como punto de partida el fenómeno, y la evolución de éste, le acarreó al jesuita francés la prohibición eclesiástica de publicar sus propuestas de síntesis, las cuales eran clasificadas como un posible acto de herejía. Sólo hasta su muerte en 1955 se comenzaron a compilar sus escritos, tanto científicos como teológicos, teniendo una inesperada aceptación de todo tipo de público hasta mediado de los años 60`s, cuando las ideologías capitalistas y comunistas acapararon la atención mundial.

Presentar los rasgos sobresalientes para comprender la cosmovisión de Chardin, conduce, como lo mencioné anteriormente, a desglosar los conceptos de Dios, alma y mundo.

Del mundo o cosmos en evolución:
El mundo, para la concepción cristiana, significa el conjunto de todas las cosas creadas o de todo lo contingente, por oposición a Dios o ser necesario. Esta visión estática de un mundo creado en un solo momento será para Teilhard un punto incompatible con las ideas de su religión, pues sus estudios científicos no pueden pasar por alto el movimiento evolutivo que la materia ha mostrado hasta ahora. Más que hablar de un cosmos, el cual se piensa totalmente creado, se hablará ahora de una cosmogénesis, es decir de un cosmos en creación. Su fenomenología consistirá en ver el fenómeno y sus cambios “simplemente ver”. Su síntesis la apoya en la ciencia y el la fe.

Una noción en el trabajo de Teilhard, parte clave para entender su pensamiento, es la idea de evolución. Entiende ésta no sólo como el proceso de un estado a otro en forma paulatina, sino también, como un fenómeno convergente, es decir, que va encaminado hacia una finalidad. Para sustentar lo anterior se apoya en tres leyes que considera imprescindibles:

1.-Ley de complejidad conciencia,
2.-Ley de personalización
3.-Ley de convergencia

Sin olvidar que nos encontramos en el plano fenoménico, la primera ley (Complejidad-conciencia) dicta que la materia, hasta la más remota partícula de átomo, tiende internamente a agruparse haciendo cadenas cada vez más y más complejas (las partículas se agrupan en átomos, los átomos en moléculas y éstos a su vez en macro moléculas, etc.).Las huellas del pasado impresas en los fósiles nos señalan que los organismos se convierten, con el paso del tiempo, en estructuras cada vez más complejas, no sólo simples yuxtaposiciones en los elementos sino composiciones inherentes. Pero esta complejidad va encaminada hacia un punto específico. Del cosmos en ordenación al cosmos ordenado.


Del hombre o espíritu que converge:
La segunda ley (Ley de Personalización) nos remite al hombre y su evolución. Visto como el organismo más complejo, el hombre ocupa para Teilhard un lugar determinante en la creación. El concepto de Hominización, el cual esta ligado al término de evolución, refiere a la consideración de la humanidad entendida como fruto de un proceso, que se caracteriza por importantes transformaciones somáticas y de pensamiento (de homo habilis, homo faber a homo sapiens), y no como una realidad encerrada en sí misma y definida para siempre. La hominización, a la par de la ley de complejidad conciencia de Teilhard, nos revela que el hombre es la más compleja estructura de la vida, ya que es conciente de su propia evolución, “el hombre sabe que sabe”. Y esta conciencia de sí mismo abarca, para este pensador francés, una nueva esfera en el globo terráqueo. Al igual que la 1biosfera, hidrosfera y litosfera, la noosfera, capa pensante, envuelve a la tierra. ¿Por qué una esfera pensante? Por que la sorprendente aparición reflexiva del hombre transforma y afecta, con ciudades, caminos, naves, medios masivos, etc., cada parte del globo terráqueo. La noosfera no por ser una capa de conciencia extendida, significa la masificación del hombre. El hombre como individuo se encuentra en constante desarrollo y posee la libertad de crear y construir su medio (noosfera).

Dios o la consistencia buscada:
Desde niño Teilhard sintió la necesidad de poseer algo absoluto, al principio creyó encontrarlo en los metales más duros que hallaba en su entorno, guardándolos para él mismo como símbolo de consistencia. Más adelante, su inquietud por buscar en los objetos materiales rastros de unidad, lo llevo a encontrar, en su indagación científica, las señales que lo llevarían a lo absoluto. Sus expediciones y descubrimientos fósiles, los cuales alcanzaron un fuerte reconocimiento científico (participó activamente en 1933 en el descubrimiento del homo faber de Choukoutien en Pekín), hicieron de este pensador un personaje completo tanto científica como teológicamente. La tan apreciada consistencia la encontró al percatarse de que todo a su alrededor, y a través del tiempo, convergía a una dirección trascendente (Ley de Convergencia). Punto Omega2.
1.-Capa de vida, agua y placas geofísicas que envuelven la tierra.
2.-Punto natural de Convergencia de la humanidad y por lo mismo de todo el cosmos.


Dicho en palabras del mismo Teilhard, la unidad y síntesis que descubre es la siguiente:

1.- La evolución o nacimiento del universo es de naturaleza convergente: hacia una unidad final.
2.- Dicha unidad (construida gradualmente con el trabajo universal) es de naturaleza espiritual (entendiendo espíritu no como una exclusión, si no tomó una transformación, sublimación o punto culminante de la materia).
3.- El centro de esta materia espiritualizada, de éste todo espiritual, debe ser, por consiguiente, consciente y personal en grado sumo.3


Es latente que para Teilhard el sentido de progreso es fundamental al hablar de evolución. Este pensador francés sintió el movimiento que sucedía a su alrededor y concluyó que éste no era simple azar sino que existía en la materia una energía interna que la llevaba a constituirse en unidades cada vez más complejas. Ésta energía o espíritu que mueve y unifica, la encontró en Dios. Un Dios, que por su vocación jesuita, debía ser cristiano. Al llegar a la mística (experiencia divina) Teilhard encontrará en la poesía la forma de expresar su amor hacia la materia y la unidad. El punto omega es la meta de todas las cosas.

La actitud de buscar en la ciencia el lado humanista hizo que fijara mi atención en este pensador jesuita. Si bien, su pensamiento es extenso y complicado por sus intenciones interdisciplinarias, además de ser criticado por su parte fuertemente fideísta y poco sustentando en la lógica. Teilhard, con su estilo literario, apoyado en analogías y metáforas, muestra su propósito por hacer comprender de la manera más diáfana posible, a doctos y no en la materia, su visión unificadora del mundo.












4.-Cuénot, Claude. “Teilhard de Chardin”. Edit. Labor. Barcelona, 1973. (Pág.47)

Bibliografía

Cuénot, Claude. “Teilhard de Chardin”. Edit. Labor. Barcelona, 1973

J. Sahagún Lucas. El hombre social el pensamiento de Teilhard de Chardin. Edit. Fontanella, Barcelona 1969.

Aguayo Espencer, Rafael. “Cosmovisión de Teilhard de Chardin”. Ciencia y tecnica, México, 1669.